Ruta en coche por el norte de La Gomera

La Gomera

Excursión por el Parque Nacional de Garajonay, barrancos y valles de La Gomera

Una ruta en coche con curvas y cambios de temperatura no parece, a priori, muy atractiva. Pero cuando se hace esta, todo cambia. Desde la capital hasta un valle cuyo nombre no puede ser más acertado, Vallehermoso, he aquí la esencia de La Gomera. Infinitos palmerales, un tupido bosque de laurisilva del Terciario digno del mejor cuento de duendes, cuencas que impresionan y llevan a núcleos de arquitectura típica de piedra y tejas rojas, además de zonas de baño para un necesario chapuzón, hacen del nordeste de la isla una excursión a remarcar.

Ruta en coche por San Sebastián, Hermigua, Agulo y Vallehermoso

Con salida en San Sebastián, referente comercial y portuario, la primera parada ha de hacerse en Agando y sus otros roques acompañantes, que ofrecen vistas espectaculares. Atravesar y detenerse un rato en el Parque Nacional de Garajonay ya justificaría de sobra haber cogido el coche, pero el primer gran valle, el de Hermigua, multiplica las razones para continuar, con sus casas tradicionales y su agricultura. Hacia el oeste, Agulo ofrece patrimonio y baños antes de Vallehermoso, cuya palabra resume no solo este enclave, sino el día al completo.

Altitud máxima
224 m
Ruta km
61 km
Tiempo estimado
1 hora y 37 minutos
Tipo de camino
Con curvas
Mirador
Localidad
San Sebastián de la Gomera

TENERIFE

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GRAN CANARIA

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FUERTEVENTURA

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LANZAROTE

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LA GRACIOSA

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LA GOMERA

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LA PALMA

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EL HIERRO

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San Sebastián de La Gomera
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San Sebastián de La Gomera

Una villa histórica por el paso de Colón con playas y tejido comercial

Esta excursión, llena de curvas, pero también de rincones de gran belleza, parte del enclave en el que Colón hizo su última escala antes de llegar a lo que llamaron América, repitiendo luego otras dos veces. San Sebastián de la Gomera ejerce de capital administrativa y también de principal zona comercial de la isla. Su amplia oferta gastronómica y de bares resulta perfecta para desayunar antes de una ruta por un territorio de difícil orografía que siempre ha sorprendido y lo seguirá haciendo por sus contrastes geológicos, su laurisilva y sus escondidos pueblos con gran riqueza patrimonial.

La también llamada Villa le tributa homenaje a Colón con una casa convertida en museo. Además, destaca la célebre torre del Conde, visible desde infinidad de puntos, lo que la hace más que apetecible para la cámara. Un verdadero símbolo insular desde su creación por los conquistadores (entre 1447 y 1450). Muy cerca de este elemento clave de la historia local se despliega un amplio número de bares y restaurantes. Al lado, el principal puerto comercial de la isla y dos playas de arena dejan continuamente claro que el Atlántico está muy presente. Para los más atrevidos, un baño mañanero es incluso ideal con el sol naciente y los destinos que esperan luego.

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Los Roques
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Los Roques

Unos picos volcánicos que custodian el parque de Garajonay

En muy pocos metros, y tomando la carretera general del sur, a la izquierda, la vía comienza a inclinarse. En escasos minutos, las vistas de San Sebastián impresionan y no requieren muchos esfuerzos de cuello para ser contempladas dada la sucesión de curvas, que será la constante en gran parte del trayecto. Una ruta que, eso sí, viene salpicada por continuos valles con palmeras, tuneras, barrancos y caseríos como el de Casas Blancas.

Muy cerca, ya se divisan unos roques convertidos también en símbolos de la isla y que parecen custodiar el emblemático parque nacional de Garajonay, joya de laurisilva del Terciario. Aunque destaca el de Agando, el mayor con 1.251 metros sobre el mar y mítico desde los aborígenes, roques como el de Ojila, La Zarcita y Carmona bien merecen volver a sacar la cámara.

El conocido mirador de Los Roques ofrece panorámicas cautivadoras del norte de la isla. Resulta normal que este conjunto geológico, fruto de las chimeneas y del magma volcánico, se declarasen monumento natural. Parar no solo permite disfrutar del aire limpio y las vistas, sino que casi reconcilia con la existencia. 

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Parque Nacional de Garajonay
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Parque Nacional de Garajonay

Monte de laurisilva repleto de leyendas y digno del viaje a la isla

Disfrutar de Los Roques supone hacerlo ya dentro del parque nacional de Garajonay, cuyo. Sin embargo, las sensaciones cambian y el embrujo aumenta al adentrarse por uno de los reductos más grandes, mejor conservados y espeluznantes de la laurisilva, con un total de 4.000 hectáreas (un 11% de la superficie de la isla). Un bosque de la etapa Terciaria que desapareció en el Cuaternario en Europa y que es capaz de inspirar, incluso, al peor escritor de cuentos de duendes, elfos o hadas. Por algo se declaro en 1986 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La bruma habitual, los riachuelos de montes como El Cedro, la tupida vegetación y la impresión de que el tiempo se ha detenido no tienen precio. No solo resulta una parada obligada, sino que justifica de sobra el billete a la isla.

Este bosque se conserva por su capacidad para captar y retener agua. Con unas 2.000 especies vegetales diferentes, es el pulmón verde y la principal fuente de una isla que, sobre todo en el sur, queda marcada por el secano y el sol. Además, cuenta con una amplísima fauna. Para acceder con el coche, solo hay que tomar el enlace a la derecha que se aprecia justo detrás de los roques. Desde aquí, la ruta regala un lugar mágico que se adentra casi hasta el corazón del parque en el llamado Monte del Cedro, para lo que hay que tomar la vía de la izquierda en un cruce señalizado. Se llega así a la célebre ermita de Lourdes, donde se puede aparcar. Un lugar mítico por las romerías y el arrullo del agua del casi infinito cauce.

El parque, además, dispone de una amplia red de equipamientos y servicios, como un centro de visitantes, uno de información, una amplia red de miradores, áreas recreativas e infinidad de senderos perfectamente señalizados.

Si se sigue el descenso desde la ermita, aparece el caserío de El Cedro, donde se puede comer y disfrutar de los célebres licores locales, como el gomerón o el montañero. Este espacio abierto se calienta muchas veces bajo el sol, en contraste con el tupido monte anexo. Para seguir la excursión, hay que volver a subir hasta el citado cruce y tomar la vía a la izquierda, que baja ya a uno de los barrancos y valles más bellos de la isla: el de Hermigua.

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Hermigua
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Hermigua

Barranco de gran belleza y océano final ideal para comer y bañarse

El descenso hasta Hermigua vuelve a estar marcado por la sucesión de curvas, aunque el cuerpo, la vista y el espíritu lo lleva bien tras disfrutar del espectáculo natural anterior. El verde sigue acompañando al vehículo hasta que, a la altura del embalse de Mulagua, situado a la derecha de la vía, se abre el panorama. El barranco de Monteforte deja incontables muestras del esfuerzo del gomero para dominar la tierra y sacarle fruto mediante la agricultura de terrazas, para lo que se emplea infinidad de piedras del lugar. Se llega así a la parte poblada del valle, conocida como Las Poyatas, ideal para avituallarse si el hambre o la sed aprietan.

La carretera general sigue bajando hasta el casco de Hermigua, claramente definido por mostrar primero el campo de fútbol local y otras canchas deportivas. La coqueta plaza bien merece una parada en un enclave con muchas casas en los lomos laterales del barranco y con edificaciones antiguas también dignas de fotos, realizadas con piedra y tejas rojas. Destaca, además, el convento de Santo Domingo de Guzmán (1598), la iglesia de la Encarnación y el museo etnográfico.

La bajada continúa entre palmeras y plataneras hasta el encuentro del cauce del barranco con el Atlántico, área mucho más llana, con plataneras multiplicadas y la opción de bañarse en el océano. Sobre todo si se tiene muchas ganas, hay tiempo y se opta por las piscinas naturales situadas a la derecha, marcadas por la presencia de las torres del antiguo embarcadero.

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Agulo
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Agulo

Uno de los cascos históricos mejor conservados de la isla

Si apremia el tiempo o no apetece el baño, la ruta lleva, al final del descenso del barranco y sin salirse de la carretera general, al encantador pueblo de Agulo. Tras rodear la cordillera que formaba el cauce a la izquierda, y siempre en compañía de plataneras y otros terrenos cultivados, así como el rugiente Atlántico, se alcanza en muy poco tiempo (unos 10 minutos) una de las localidades que más sorprende al turista por condensar muchos encantos en muy poco espacio; encima, con el océano al lado y un campo de fútbol que parece el corazón del pueblo por su céntrica ubicación.

Antes de llegar a sus concentradas calles, la ruta permite observar, a la derecha, la zona de Lepe. Ya en el pueblo, conviene conocer la iglesia y ermita de San Marcos. Como gran parte del resto de municipios, Agulo fue siempre un lugar de contrastes entre las clases trabajadoras y las pocas familias señoriales, lo que se refleja en parte en la arquitectura heredada, con humildes casas de piedra y teja y otras mucho más grandes y complejas, con tejados a dos o cuatro aguas. Esto se refleja también en sus callejones empedrados y en diversos rincones de un lugar de obligada parada por haber cuidado tan bien su patrimonio.

 

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Vallehermoso
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Vallehermoso

Un enclave que justifica su nombre y perfecto para acabar la ruta

La carretera lleva luego, tras atravesar la cordillera del Noroeste mediante un túnel, a una cuenca poco habitada en la que sobresale, a medio camino, el embalse de Amalahuigue. Aunque aparecen numerosos enlaces y bifurcaciones, se debe seguir la vía principal en una nueva sucesión de curvas hasta llegar a pequeñas poblaciones como Tamargada, zona marcada por la agricultura minifundista en bancales ganados a los precipicios. Las curvas siguen hasta que se divisa Vallehermoso, cuyo nombre está más que justificado y sigue describiendo a la perfección un rincón perfecto para comer, conocer su rico patrimonio y acabar la excursión.

Su rico casco histórico obsequia la iglesia de San Juan (creada desde 1680) y su pequeña plaza, callejones estrechos con numerosas casas que se crearon junto a los antiguos caminos de piedra, el barrio de Triana y la calle Real, entre otros puntos de interés. Sus restaurantes, los numerosos barrancos que confluyen en la zona céntrica y la posibilidad de seguir el cauce principal hasta el Valle de Abajo y bañarse en la playa representa una oferta demasiado atractiva como para que el final de la ruta no convenza.

 

Sostenibilidad
Sostenibilidad
  • Nunca dejes residuos de ningún tipo en el entorno, incluidas las colillas. Los restos de comida contribuyen a la proliferación de roedores y gatos asilvestrados que suponen una grave amenaza para la fauna.
  • Utiliza las papeleras y, en la medida de lo posible, deposita los residuos previamente separados en su contenedor correspondiente.
  • No arrojes al mar objetos ni residuos de ningún tipo.
  • Respeta a los animales, no los molestes ni los alimentes. Si ves algún ejemplar herido, puedes avisar en el teléfono de emergencias 112. Tampoco arranques flores o plantas.
  • No recojas ni te lleves piedras o cualquier otro elemento del medio natural. Tampoco lo modifiques amontonándolas para realizar las tristemente famosas “torres”.
  • En espacios naturales y miradores, no salgas de los senderos ni de los espacios habilitados para tránsito de personas.
  • Respeta el patrimonio histórico y cultural del lugar, así como el mobiliario público y los elementos disponibles para los visitantes como los paneles informativos o los telescopios y prismáticos.
  • Conduce de manera prudente y responsable.
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