Hermigua

Desde lo alto del Parque Nacional del Garajonay hasta el mar, Hermigua es una alfombra verde de laurisilva, palmeras y plataneras. Rodeada en su totalidad por dos laderas destinadas a los cultivos, la primera vista es un paisaje deslumbrante donde el juego de colores enamora a los visitantes. Hermigua promete naturaleza, aventura e historia a partes iguales.

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La historia de Hermigua

Situado en el valle del mismo nombre, Hermigua ocupa el noreste de la isla de La Gomera. Su historia data de inicios del siglo XVII, cuando los primeros pobladores construyeron la iglesia y el convento de Santo Domingo, en el Valle Alto. Posteriormente, con la construcción de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, nace el Valle Bajo. Siguen siendo, junto a la capital, los tres núcleos más importantes de Hermigua. 
 

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En la actualidad son 1775 los hermigüenses que habitan los casi 40 km² que dispone Hermigua, lejos de los seis mil habitantes que reunió en la década de los 40. Una población que en su mayoría se dedica a la agricultura, o así ha sido durante casi toda su historia. La aparición del turismo activo ha impulsado los comercios y servicios locales, aunque los cultivos de la vid y los plátanos siguen siendo los principales activos económicos.

En el pasado, eso sí, su principal protagonista fue El Pescante, un antiguo embarcadero que fue el lugar de entrada y salida de todos los productos que La Gomera producía o compraba al exterior. Se terminó de edificar en 1908, aunque cayó en desuso a finales de los 50, con la construcción del puerto de San Sebastián. Hoy en día sigue siendo uno de los atractivos de Hermigua y su historia un recuerdo nostálgico de la historia de la isla.
 

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El mejor clima del mundo

Aunque las Islas Canarias sean ahora conocidas mundialmente por tener el mejor clima del mundo, Hermigua fue el primer lugar, a principios de siglo XX, reconocido como tal por científicos y meteorólogos internacionales, de origen inglés, alemán y belga. Y de ello presume el cartel de entrada a la localidad. La oportunidad de tener temperaturas suaves durante todo el año, junto a la influencia de los vientos alisios hacen que en Hermigua rara vez se baje de los 18 grados en invierno, ni se superen los 27 en los días más calurosos de verano. 
 

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Si al clima le sumamos la espectacularidad de sus playas, es imposible no querer disfrutar de un momento de desconexión. Uno de los mejores lugares para hacerlo es la Playa de la Caleta. Se trata de una playa de arena negra a quince minutos en coche del Valle de Hermigua, donde disfrutar de unas impresionantes vistas del Teide. Además, dispone de un kiosko-bar y merenderos, baños, ducha y hasta pistas de voley-playa. Otra opción es la Playa de Santa Catalina, que ofrece la oportunidad de practicar surf en un entorno casi salvaje, siendo una playa virgen ideal para perderse.

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La magia de la laurisilva

Una parte importante del Parque Nacional del Garajonay se asienta en Hermigua. Repleto de bosques de laurisilva es un lugar perfecto para practicar la fotografía, un parque que se puede recorrer a través de la red de senderos que habita la isla. Se trata de un lugar protegido que alberga naturaleza de la época terciaria convirtiendo un paseo por el bosque en un auténtico viaje en el tiempo. 

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Un gran ejemplo en Hermigua es el bosque del Cedro. Las vistas son sensacionales, pero el resto de los sentidos igualmente acompañan en este viaje: el olor, el tacto y el oído también se deleitan en la infinidad del bosque. Un lugar perfecto para encontrar la magia, gracias a la laurisilva y la flora que rodea el sendero, siempre acompañado por un arroyo de agua presente durante todo el año. Al final de la ruta, saliendo del Parque Nacional, se encuentra el Caserío del Cedro, donde se puede alojar y pasar la noche en el entorno más rural posible, rodeado solamente por naturaleza y tranquilidad. 

Durante el camino también se puede encontrar la Ermita de Nuestra Señora de Lourdes, una construcción que se convierte en el epicentro de las fiestas en su honor el último domingo de agosto. Devotos de toda la isla se acercan a disfrutar y celebrar a la virgen, que sale en procesión a través del bosque hasta el caserío acompañada de tambores, chácaras y bailes tradicionales.