Exuberantes bosques de laurisilva, profundos barrancos y abruptos acantilados, imponentes roques, valles colonizados por frondosos palmerales, pequeñas playas salvajes… así son los paisajes de La Gomera, una orografía tan intricada a simple vista que de inmediato entendemos por qué surgió y pervivió en esta isla el silbo, una ancestral forma de comunicación.
Los encantadores caseríos, que se entremezclan con terrazas de cultivo perfectamente labradas en las laderas de los barrancos, completan un conjunto de lo más inspirador. Una visión que nos recuerda que la armonía entre las actividades humanas y la naturaleza no solo es posible, sino necesaria. Por esto, y por mucho más, La Gomera es Reserva de la Biosfera.
Un lugar idílico para conectar con la vida sencilla. Para recorrer kilómetros de senderos en entornos naturales casi intactos, sin preocuparse de la estación, pues cualquier día es perfecto para realizar actividades al aire libre en el mejor clima del mundo, el de las Islas Canarias.
En su ruta hacia el descubrimiento del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón encontró en La Gomera el último puerto antes de partir hacia lo desconocido, dejando huella en esta pequeña isla atlántica conocida también como la Isla Colombina.
Cómo no sentirse único en esta tranquila isla verde y hermosa, descubriendo cada rincón y singulares tradiciones que han resistido al paso del tiempo.
Recorrer senderos infinitos
Más de 600 kilómetros de senderos nos invitan a conocer la isla a pie, la mejor manera de descubrir rincones inolvidables como el Riachuelo de El Cedro, en el interior del Parque Nacional de Garajonay, donde los enormes árboles y helechos de un frondoso y húmedo bosque, ya desaparecido en la mayor parte del planeta, nos hacen enmudecer.
Pero La Gomera no es solo Garajonay. Los caminos de la isla también recorren paisajes radicalmente distintos al exuberante bosque. Es el caso de los profundos barrancos que desembocan en el mar, cuyas laderas han sido labradas con esmero por el agricultor gomero, creando un bello paisaje de bancales perfectamente dispuestos. Una riqueza y variedad paisajística en la que tampoco faltan frondosos palmerales que tapizan de verde muchos lugares de la geografía isleña.
Disfrutar de la naturaleza a través de esta extensa red de senderos, la mayoría antiguos caminos que han perdurado en el tiempo, también nos da la oportunidad de adentrarnos sin prisas en encantadores caseríos y descubrir la arquitectura tradicional y el ambiente rural de la isla.
De mirador en mirador
Su escarpada orografía propicia que muchos puntos de La Gomera se conviertan en magníficas atalayas desde donde contemplar espectaculares panorámicas. Consciente de ello, el genial artista lanzaroteño César Manrique no pudo resistirse a plasmar su enorme talento precisamente en uno de los miradores de la isla: el de Palmarejo. Desde aquí se extiende ante nuestros ojos una de las mejores muestras del paisaje rural gomero, el de Valle Gran Rey, una hermosa fotografía que se compone de bancales que parecen escalar las laderas, mezclándose con caseríos y conjuntos de espléndidos ejemplares de palmera canaria. La perfecta armonía entre naturaleza y actividades humanas, con el intenso azul del océano siempre presente.
¿Te imaginas tener la sensación de «flotar» en el vacío? En el mirador de Abrante lo podrás experimentar gracias al suelo de cristal que se extiende a modo de voladizo sobre el precipicio y en el que creerás sobrevolar Agulo, un pintoresco pueblecito del norte de La Gomera, con el imponente Teide en la vecina isla de Tenerife como telón de fondo.
Tampoco te puedes perder el espectáculo que se divisa desde el mirador Morro de Agando, una panorámica que abarca espacios naturales de incalculable valor. Entre tanta belleza se alza, dominante, el Roque de Agando, un gigante de piedra situado a algo más de 1200 metros de altitud que la erosión ha ido modelando a lo largo de millones de años.
Además de acoger el monumento al silbo gomero, el mirador de Igualero ofrece unas vistas extraordinarias que abarcan desde las cumbres de la isla al mar. En esta inmensa panorámica irrumpe La Fortaleza, una descomunal masa de roca de cima amesetada que alberga uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de La Gomera.
Desde el punto más elevado de la geografía insular, el Alto de Garajonay, se contempla en los días claros prácticamente la totalidad de la isla, además de La Palma, El Hierro y Tenerife e, incluso, Gran Canaria si se dan determinadas condiciones atmosféricas. Pero aún hay más: bajo nuestra mirada se extiende un enorme tapiz de verde intenso que ondula sobre las montañas. Todo un espectáculo para los sentidos cuya magia nos atrapa.
El Cedro, se encuentra junto al Parque Nacional de Garajonay. Rodeado del primitivo bosque de laurisilva, sus casas conservan los rasgos de la arquitectura tradicional canaria.
Visitar encantadores caseríos
El abrupto relieve de La Gomera no ha impedido el surgimiento de pequeños núcleos de población donde la tranquila vida rural discurre pausadamente, sin prisas, entre laderas y fondos de barrancos o en las cumbres, siempre rodeados de una naturaleza casi intacta.
Encantadores caseríos que salpican la isla, en los que desconectar del estrés es una garantía y donde mantener una conversación con sus vecinos se convierte en una experiencia reconfortante. Uno de estos remansos de paz, El Cedro, se encuentra junto al Parque Nacional de Garajonay. Rodeado del primitivo bosque de laurisilva, sus casas conservan los rasgos de la arquitectura tradicional canaria.
Imada, entre terrazas de cultivo y palmeras canarias, es otro de los caseríos idílicos de La Gomera, en cuyo paisaje destacan los roques que parecen custodiar el pueblo mientras rebaños de cabras pastan en libertad en las laderas. Desde el mirador de El Santo se obtienen las mejores vistas de Taguluche, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, con sus casitas blancas y un espléndido palmeral, un conjunto flanqueado por las imponentes laderas del profundo barranco que desemboca en el mar.
También hay que visitar los caseríos de Chejelipes, donde destacan las tres presas rodeadas por fértiles campos de cultivo, además de Alojera, Chipude, Epina, El Cercado, Tamargada, Tazo, Arure… Imposible elegir, así que ¡a por todos!
Disfrutar de unos días en alguno de los alojamientos rurales que podemos encontrar en muchos de estos caseríos nos recarga de nuevas energías para regresar a casa con otro ánimo.
Observar cetáceos en el mar
Si descendemos a la costa, el paisaje cambia radicalmente, pero también encontramos varios atractivos. Uno de ellos es el Monumento Natural de Los Órganos, un espectacular acantilado volcánico en forma de tubos de órgano que caen verticalmente al mar y que únicamente puede admirarse desde el barco. Un maravilloso capricho de la naturaleza que sin duda vale la pena visitar.
En la isla encontramos acogedoras playas de oscura arena donde disfrutaremos igualmente de momentos inolvidables.
El mar que rodea La Gomera también guarda otras sorpresas, y esta es especial, una experiencia cargada de emociones: observar a las distintas especies de cetáceos, como calderones tropicales o los simpáticos delfines, nadar en libertad en cualquier época del año.
Y si después de tantas sensaciones queremos relajarnos tomando el sol y refrescantes baños en las aguas transparentes del océano, en la isla encontramos acogedoras playas de oscura arena donde disfrutaremos igualmente de momentos inolvidables.
Saborear productos originales
La Gomera es tierra de sabores gracias a los productos originales y exquisitos que aquí se obtienen. Uno de ellos es la «miel de palma» que, elaborada a partir de la savia de la palmera canaria, es un excelente acompañamiento para quesos y postres. Es tan singular que incluso existe el Centro de Interpretación Casa de la Miel de Palma, el cual podemos visitar para conocer más sobre la cultura de la palmera y este delicioso alimento.
Otro de los productos característicos de esta isla es el almogrote, una especie de paté cuyo principal ingrediente es el queso, pero en nuestra visita a La Gomera tampoco debemos dejar de probar la carne de cabra y el potaje de berros. Para finalizar, no pueden faltar los famosos dulces gomeros y los vinos con Denominación de Origen. Toda una experiencia gastronómica.
Escuchar el silbo gomero
Declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, esta forma ancestral de comunicación que aún pervive es una de las tradiciones más peculiares de las Islas Canarias. Mediante este lenguaje silbado, los habitantes de esta isla de abrupta orografía se intercambiaban mensajes que iban transmitiendo de barranco en barranco, hasta llegar a su destinatario.
Desde hace décadas, La Gomera se ha empeñado en conservar esta joya cultural y una de las acciones para lograrlo fue incorporarlo como contenido en los centros escolares de la isla. Así, muchos jóvenes conocen y practican el silbo, garantizando así su conservación de cara a las generaciones futuras. Presenciar una «conversación» mediante el lenguaje silbado es una experiencia emocionante y curiosa que sin duda sorprende. Y quién sabe, quizá nos despierte unas ganas irrefrenables de aprender el silbo gomero y practicarlo hasta convertirnos en expertos «silbadores».
La isla también atesora otras tradiciones ancestrales, como la artesanía y su folclore, en el que destaca el original «baile del tambor», único en el mundo hispánico con unas protagonistas de excepción: las chácaras. Estos son instrumentos de percusión que se atan en las manos y producen sonidos muy peculiares. ¿Bailamos?
No te vayas sin probar…
La «miel de palma» se elabora a partir de la savia de la palmera canaria y es protagonista en numerosos postres, cócteles y acompañamientos.